viernes, 23 de abril de 2010

La sala de(se)espera


Tengo que ir al médico y una vez más perdí el papelito con la información del turno.
En vez de llamar al consultorio y preguntar, me quedo buscándolo. Se me hace tarde y llego todo transpirado, mientras empiezo a darme cuenta que una vez más me garcaron el turno. Al entrar me pregunto: ¿Tengo que decir buenas tardes? Si estos hijos de puta me acaban de cagar mi horario. A partir de ahí comprendo que no tengo lugar para sentarme y me tengo que quedar parado. De golpe comienzan las miradas desafiantes con los otros pacientes, que somos todo menos pacientes. Apenas escuchamos ruido de puerta o manija moviéndose, nos relojeamos como diciendo:- voy a entrar yo la puta que te pario. Ya van 25 min de espera, terminé de jugar al tétris con el celular y me acerco a la mesita que vendría a ser el puesto de diarios y revistas, pero que lamentablemente nunca renuevan stock. No puede ser, de nuevo la misma, Katy fullop : “Con el Ova estamos pasando nuestro mejor momento.” Dejate de joder. Se desocupa un lugar, por fin una buena. Pero no hay bien que por mal no venga: al lado mío una vieja me empieza a hablar de lo mal que están funcionando las obras sociales. Yo me pongo en piloto automático y digo todo que si sin saber de que carajo me habla. Me pongo a mirar el cuadrito de los barcos que hay colgado en la pared y empiezo a respirar profundo ese olor estándar tan característico de la salas de espera. De repente entra una mina divina, a la que no puedo parar de mirar, ya es algo alevoso, estoy sacado. La vieja me sigue perforando el oido mientras que yo lo único que hago es imaginarme casado y con tres pibes. A partir de ahi intento bajar un cambio pensando que la traerá por aquí, en fin, pensamientos feos que me hagan relajarme. Hasta que de nuevo, ruido de abertura de puerta, la vieja para de hablarme y es llamada por el médico. Yo me la tuve que fumar como media hora y ahora encima tengo que seguir esperando. Realmente no lo puedo entender, el doctor siempre esta una hora con cada uno y conmigo cinco min. El clima en la sala se va caldeando: las dos señoras que hablaban del clima se callaron la boca. El señor de traje no para de suspirar con mala onda y la hija de puta de la vieja esta hace dos horas con adentro. La mina divina se me sienta al lado y se me pone a hablar, la verdad ya ni me importa, solo quiero escuchar mi apellido y pasar, momento que recién llegaría una hora y media luego de haber arribado al lugar. Como siempre el “doc” me saluda me mira un toque y a los tres minutos ya estoy fuera del recinto.
Ahora mas tranquilo pienso dos cosas: los pacientes somos impacientes y la sala de espera, desespera.

1 comentario:

Juan Ignacio dijo...

es verdad.
es el razonamiento al que todos llegamos cuando vamos al médico.

en esos momentos no sentimos los mas vulnerables de todo el condado. y lo smas enfermos, claro.